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La noche que Venezuela se ganó el respeto del fútbol mundial

 

Pablo García – El Nacional/Las Memorias de Napo. Montevideo en marzo tiene los rasgos otoñales característicos de los lugares con cuatro estaciones. Hojas con tonalidad entre marrón y anaranjado coronaban el paisaje que apreciaba Napoleón Centeno, coordinador de logística de la selección nacional en 2004, quien viajó dos semanas antes de reanudarse la eliminatoria suramericana a la capital de Uruguay, con una corazonada.

 

“¿Dígame si se nos ocurre sacar un punto? No podemos volver a perder aquí”, pensó el oriental cuando pisó el césped del Centenario de Uruguay, en la gira de reconocimiento, sin sospechar que en la sede de la primera final de un Mundial de fútbol, dos semanas después, Venezuela torcería favorablemente su destino futbolístico.

 

Con ese pálpito en mente, Centeno pautó dos sitios para la cena posterior al partido. “Tenía un lugar en mente más modesto, por si perdíamos. Y luego, había uno más retirado, camino al aeropuerto, del que pedí el número y visité, pensando en si pasaba algo importante”, recordó.

 

Era el prólogo de una historia que estaba por escribirse. Hace diez años, el 31 de marzo de 2004, Venezuela saltaba a la cancha uruguaya con su mejor inicio en la historia de las eliminatorias.

 

“Veníamos de ganarle a Bolivia y a Colombia, dejando muy buenas sensaciones”, apuntó Richard Páez, estratega de la selección por aquellos días. “Íbamos con la convicción de que se podía lograr un resultado importante en Uruguay”, agregó.

 

Tensión y sufrimiento

Horas antes del partido, Centeno recuerda que Juan Ramón Carrasco, técnico de Uruguay por aquellos días, y ex jugador del Marítimo en Venezuela a principios de los 90, llamó en tono de broma (sin dejar de ponerle su carga emotiva) al coordinador venezolano.

 

“Sabés que los vamos a romper, ¿no?”, recordó entre risas Centeno lo que le dijo Carrasco, quien venía de calentar el duelo con una frase lapidaria. “Llegaremos unas 15 veces y meteremos cinco goles”, dijo.

 

La prensa también hizo su parte. Un anuncio en un periódico, con un futbolín sólo con piezas celestes y la frase, “Venezuela, ¡no existís!”, encendió el fuego interno de los jugadores nacionales.

 

Desde el comienzo del partido, Venezuela hizo valer su buen momento futbolístico. Hubo varios avisos, y luego, el gol. A los 20′, Gabriel Urdaneta sacaba un zurdazo desde unos 25 metros, que se incrustó en la base del palo izquierdo de Munua, “El equipo mostró desde el principio del partido, que no era casualidad lo que veníamos haciendo”, dijo Páez, quien estaba en la grada cumpliendo su segundo partido de suspensión, por lo que Centeno se encargó de ayudar al asistente Ramón Hernández.

 

“Pero el que tenía el radio con las indicaciones de Richard, era yo. Y los jugadores me veían a mí, porque la orden bajaba directamente desde arriba, donde estaba Richard”, contó el coordinador. De eso surgieron varias anécdotas.

 

“Por ejemplo, recuerdo que “Pájaro” (Luis Vera) me miraba constantemente, pidiéndome que decía Richard. En una de esas, cerca del final del partido le dije, ‘No le pares bola a Richard, la orden es mía’, y nos echamos a reír”, contó Centeno.

 

En el descanso, la charla de Páez se centró en lo que estaban logrando. “Les dije que estaban haciendo historia. Que este era un partido que no olvidarían sus hijos, y los hijos de sus hijos. Que tenían que mantener la actitud y la irreverencia con la que enfrentaron el primer tiempo, para concretar la historia que estábamos escribiendo”, comentó.

 

Mientras tanto, Centeno apuraba el plan para después del partido. “Tomé el teléfono, y llamé al chofer del autobús que nos iba a llevar al aeropuerto. Le dije ‘¿Te acuerdas de ese restaurant que me recomendaste, que quedaba camino al aeropuerto? Dame el número’. Era otro distinto, un tercer sitio, uno especial, por si ganábamos. Llamé de una vez. Pedí champaña y que nos tuvieran lista una buena parrilla”, confesó.

 

Alegría nerviosa

“¿Cuánto falta, Napo? Creo que esa pregunta la escuché no menos de 30 veces”, recordó risueño Centeno. “Los muchachos en la banca querían que se terminara rápido el partido. Y yo mismo. Miraba a la pizarra y encandilaba con el resultado, y el reloj no se movía. Los últimos cinco minutos de ese partido, fueron los más largos de mi vida. Supongo que eran los nervios”, agregó.

 

“Veía la cara de los uruguayos, a lo lejos, y no me lo creía, confesó Páez. Los goles de Héctor González (63’) y Juan Arango (78’), habían completado una faena histórica, redondeada por el coro que bajaba de la tribuna. “Cuando escuché el ‘Ole, ole’, sentía la satisfacción de que estábamos logrando algo histórico. Vi a Álvaro Recoba, su jugador más talentoso, pedir la hora, decirle al árbitro que pitara, que no se jugara más. Fue un momento muy especial. Después de pasar por tantas cosas malas, humillaciones, era una bonita revancha”, agregó el estratega.

 

Esa era la primera victoria de Venezuela en Uruguay, apenas su tercera como visitante en la historia de las eliminatorias, la primera ante un campeón del mundo.

 

Y al final, hubo cena. “Nos fuimos a este otro sitio, más distendidos, y las radios uruguayas nos siguieron e informaron donde estábamos. Al restaurant nos llegó un grupo de venezolanos con la bandera, nos aplaudieron, nos cantaron el himno. Lo cuento y me emociono mucho. Creo que fue la mejor cena de mi vida”, rememoró Centeno.

 

Recuerdo feliz

Dieciséis años después, el “Centenariazo” todavía despierta emociones en los autores de la gesta. “Ese día, entendimos que las cosas cambiaron para siempre”, dijo Centeno. “Yo todavía tengo el partido guardado en la computadora, y una vez cada seis meses lo pongo, como para alegrarme la vida y recordar esos buenos momentos. Me tocó estar el día que le ganamos a Brasil, por ejemplo, pero ese momento, en Uruguay, es inolvidable”, apuntó.

 

“Cada vez que vuelvo a ver el partido, lo disfruto mucho. De ahí aún saco cosas que están vigentes tácticamente”, explicó Páez. “Si tuviera que agarrar un partido para explicar lo que a mí me gusta en la cancha como técnico, pondría ese juego, siempre. Las subidas de los laterales, la presión alta. Tantas cosas. Y saber que cambiamos la historia, que desde ese día ya nada sería como antes, es algo que aún hoy, no deja de alegrarme”, remató.

 

El histórico once vinotinto de aquella mágica noche. Arriba de izquierda a derecha: Alexander «pequeño» Rondón, Alejandro Cichero, José Manuel Rey, Jonay Hernández, Gilberto Angelucci (C), Pájaro Vera. Abajo de izquierda a derecha: Leopoldo «el paraguas» Jiménez, Ricardo David Páez, Gabriel Urdaneta, José Luís Vallenilla y Juan Arango.

 

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